
Algunas de estas posibles conductas serían: actos contra la integridad física de un compañero, causar daños o pérdidas de sus bienes, excluirle de las conversaciones, ignorarle, rechazar su participación en actividades, señalarle el primero cuando ha habido algún problema, etiquetarle o ponerle motes, tratarle de forma incívica, hacerle chantajes o burlas, propiciar rumores, mentiras o ridiculizaciones, manifestar gestualmente desprecio hacia él, imitarle, coaccionarle, intimidarle...
Un alumno se convierte en víctima de acoso escolar cuando, desde una situación de desequilibrio de poder, está expuesto, de forma reiterada y a lo largo de un tiempo, a acciones negativas intencionadas, llevadas a cabo por otro u otros alumnos.
Hay que distinguir entre acoso escolar y violencia escolar. En este último caso, dos o más alumnos discuten o pelean, de manera abierta, con carácter puntual y no tiene por qué haber desequilibrio de poder.
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